jueves, 24 de noviembre de 2016

LA TRISTEZA AYUDA A VIAJAR

Por lo general, a nadie le gusta sentirse triste. Podemos huir de la tristeza, evitarla, ocultarla o incluso permanecer en ella mucho tiempo, pero ¿Sabemos sacar beneficio por experimentarla?
Es una de las emociones más comunes que puede vivir una persona. Tiene la capacidad de ayudarnos a conocernos mejor. Mientras nuestro cerebro la recrea, instrumentalizamos el llanto como fórmula para alcanzar alguna forma de desahogo y alivio. Mantenerla en nuestra realidad cotidiana tiene efectos agotadores. Es capaz a aglutinar tanta tensión que podemos llegar a veces a sentirnos con un nivel tan extremo de tensión que nos impide la liberación de llorar.
Los aprendizajes más importantes de nuestra vida posiblemente sean resultado de esos procesos de introspección.  Podemos encontrarnos con los perfiles más opuestos. Por un lado hay personas que conectan empáticamente con gente de naturaleza triste. Mientras tanto a otras les resuena verlas hasta el punto incluso de sentirse molestos por la expresión de su emoción.
Ahora vamos a realizar juntos un breve recorrido a través de un estado de tristeza. Los rasgos de la cara cambian, se oscurecen. Notas que pesa todo el cuerpo y se manifiesta mucho cansancio, resulta complicado alcanzar lo más sencillo. Puede ser que no apetezca hablar. En ese instante comienza un viaje al interior. Intentas encontrar los posibles motivos que te han llevado a sentirte así. Si en ese momento luchas contra ello o lo evitas, das razones a lo que te remueve. En cambio, si dejas fluir, sin miedo a sentir ese momento, facilitas que pase a través de ti sin lucha, dejándolo correr como una cascada de agua por tu interior, la tristeza poco a poco se apaga, le restas poder hasta diluirla. En ese momento aparecen recursos que van a permitir ocuparte de aquello que ensordece tu alegría. Empiezas a remontar hacia lo positivo.
A mí me daba pánico sentirme así. El Universo me rodeaba de personas que se sentían molestas al ver a gente triste. Me parecía muy curioso esto. Ahora vivo mis estados de tristeza sin temor utilizando el silencio como arma poderosa para vencer la situación. Cuando he querido verbalizarlos antes de mi tiempo preciso, he acabado diciendo lo contrario de lo que pretendía decir a los demás. El resultado no era otra cosa que mucha frustración. Con ello obtengo dos emociones que magnifican la situación y que terminan por desgastarme mucho sin ningún beneficio.
¿Cómo puedes acompañar de una manera sana a alguien que está triste? Es importante ofrecer a cada persona lo que necesita, no lo que necesitas tú. Ante la duda, lo mejor es siempre preguntar. Algo tan sencillo y que hacemos muy poco.
¿Qué necesitas de mí? ¿En qué puedo ayudarte? De esta forma si podemos ofrecer un billete que traslade a las personas a sus momentos adecuados de evolución. A un viaje verdaderamente productivo.
Acompañar es simplemente estar al lado de esa persona sin ninguna pretensión más. Parece inusual, pero me he encontrado en multitud de ocasiones con personas que acaban molestas con otras por verlas tristes generando contra ellas actitudes poco o nada proactiva.
En fin, me apetecía hoy meterme en este vagón y bajarme en la siguiente estación llamada aprendizaje. Quiero aclarar que lo dicho se refiere exclusivamente a situaciones transitorias de tristeza. Cuando se sostienen en el tiempo nos podemos estar refiriendo a estados de depresión. Eso otra historia.

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